Últimamente la gente me ve raro. Me hacen preguntas raras. Y hacen gestos más raros cuando les respondo. Eso los que me ven, porque la gran mayoría no lo hacen. Creen que estoy muerto, muertitico. Aseguran que estoy muerto porque ya no me ven moviendo esta anatomía en el dancefloor. Aseguran que estoy muerto porque ya no protagonizo shows de esos que me quedaban tan bien para llamar la atención de Raymundo y todo el mundo, literalmente la de Raymundo. Y literalmente la de todo el mundo. Aseguran que estoy muerto porque ya nunca me peino y mi pelo huele a jabón de baño. Aseguran que estoy muerto porque mis viernes perfectos sólo incluyen una cama y una película. Aseguran que estoy muerto porque ando muy serio, porque antes regalaba sonrisas como si no se acabaran, especialmente a Raymundo y a todo el mundo.
Es curioso. Que no mueva la anatomía en el dancefloor no quiere decir que no la mueva, ahora la muevo más, ahora la muevo mejor, así con ganas y encima de él. El show debe continuar, y los míos no han parado. Pero ahora son privados, son los que disfruto y la atención de él es la que quiero. Él ha sido mi mejor público. Y no es que haya perdido el glamour ¡antes muerta que sencilla sí señor! Pero es que es él el que juega con mi pelo, mi pelo que ya no necesita moco de gorila ni shampoo, mi pelo que crece entre sus dedos. Como yo. Y los viernes son perfectos. Porque la verdad ni él ni yo vemos la película. De las sonrisas me disculpo, esas deben abundar siempre. Pero es que las más ricas son las que salen de adentro, las que salen de adentro cuando lo veo llegar a la puerta de mi casa y me lo imagino llegando a la de la nuestra. Y sonrío.
Últimamente la gente asegura que estoy muerto. Es curioso. Nunca antes me había sentido tan vivo.