miércoles, 8 de febrero de 2012
Razones para irme de Costa Rica
sábado, 31 de diciembre de 2011
F.U.1.1.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Esteban, el del referendo
sábado, 19 de noviembre de 2011
Dedicatoria
sábado, 5 de noviembre de 2011
A bailar
lunes, 24 de octubre de 2011
La rebeldía que nunca muere
Un día después de su cumpleaños número 67 Alfonso Chase nos recibe en su sala/biblioteca/museo: cabemos los que hacemos las preguntas, él y su silla de ruedas y las tazas de té acompañadas de bocadillos sin azúcar, apenas. Cuesta imaginar al muchacho que en 1968 irrumpió con su primera novela, Los juegos furtivos. A esta le siguieron Las puertas de la noche (novela, 1974) y Mirar con inocencia (cuentos, 1975). Esta tríada no solo responde a una fructífera época en la literatura costarricense, sino que hace aparecer por primera vez en el panorama literario a individuos gay y bisexuales. Para esa época una cuentística exclusivamente gay era inexistente, mucho menos se puede hablar de un contexto donde las orientaciones no heterosexuales fueran tema de discusión, sin embargo aquellos pasajes exquisitamente relatados ya revelaban la naturaleza rebelde del cosmopolita que es hoy Chase.
Ayer fue su cumpleaños, felicidades. ¿Cómo lo celebró?
No lo celebré pero lo pasé, ya eso es una gran ventaja.
¿Sigue siendo un rebelde o es impresión mía?
Rebelde con causa. El sentido de la rebeldía es no dejarse someter, ser libre.
Recuerdo que lo primero que leí de su autoría fueron la serie de cuentos “Mirar con inocencia”, ¿no le dio miedo publicar algo así en 1975?
¡Lo leyó muy joven! Y no, no me dio miedo porque se sigue hablando de ese libro. Yo solo me encargué de decirle a la gente lo que estaba ocurriendo e iba a ocurrir, ese es un libro de alguna manera premonitorio.
Pero usted es mayoritariamente poeta, ¿hay que ser un atormentado o un apasionado para ser buen poeta?
Atormentado para nada, apasionado sí. Porque la vida se agarra con pasión, hasta el café se debe tomar con pasión.
Y con la poesía de su libro “Jardines de asfalto”, ¿estaba externando sus pasiones o fue mera desobediencia civil?
Lo que tiene es una gran influencia norteamericana, a mí Estados Unidos me ha influido mucho. Es el país más viejo del mundo y a mí siempre me ha llamado mucho lo urbano: Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, esa vida urbana de la gran cosmópolis.
Chase, estudiante en México, Venezuela, Estados Unidos y visitante del resto del mundo, aún cree que en una ciudad “tan pequeña y a veces tan inhóspita” como es San José, se puede vivir igual que en una de esas grandes capitales que ha recorrido. Por lo menos él ha vivido así de libre en todas, su obra es prueba de ello: con Jardines de asfalto (poesía, 1994) y Cara de santo, uñas de gato (cuentos, 1999), el tema homoerótico pasa de lo discreto a lo obvio, Chase no duda en enfrentar a sus lectores ya no con historias líricas de amor entre hombres, sino con la psicología oscura y atormentada del homosexual. Los aportes de este autor son claros detonantes de una revolución sexual en la literatura tica: Ana Istarú, José Ricardo Chaves y Ana Cristina Rossi son algunos de los valientes que en los 80’s y 90´s publicaron sus textos y contenidos nada tímidos, quizás animados por el primero, por Chase. Sin duda alguna para ser revolucionario hay que ser valiente, desobediente.
Y en el panorama literario actual en Costa Rica, ¿hacen falta más desobedientes?
Yo creo que son ciclos, si estuviera entrevistando a un señor de la generación de 1942 probablemente le diría lo mismo. Uno sabe que inició un ciclo y que abrió caminos pero por suerte siempre llegan nuevas personas que terminan de abrir ese camino.
Yo encuentro esa “desobediencia civil” en un escritor cuando escribe sobre lo “prohibido”, ¿es su caso?
Después de lo que escribió mi generación yo creo que no hay nada prohibido. Siguen existiendo temas tabú pero temas prohibidos no hay.
¿De que se inspira hoy Alfonso Chase?
De lo mismo que me inspiraba hace 40 años pero renovado: ahora por ejemplo me llama la atención el mundo homosexual de las discotecas porque no me gusta, el mundo que nosotros vivimos era otro, el de enamorarnos entre nosotros. Me llama también la atención la liberación de la mujer, es decir me interesan mucho las zorras y los zorros. Osea, lo que pasa es que mis personajes han cambiado.
¿Y de que se sorprende?
De ustedes y sus preguntas (ríe)
Hace poco el destacado escritor sufrió la amputación de uno de sus pies debido a una fuerte infección motivada por la diabetes, la misma lo mantuvo por varias semanas en una cama del Hospital Calderón Guardia. En esa cama hizo lo mismo que ha hecho desde los 16, cuando según él creó su primer “poema de verdad”: escribir sobre las revoluciones del alma y del cuerpo mientras provoca las revoluciones de la mente. Su cuerpo envejece, su rebeldía hace todo lo contrario.
Desde el ataque de la infección furiosa de Diciembre ya se le ve mucho mejor…
Pues yo tengo una gran capacidad de recuperación, en realidad nunca se me torció la mano en el pulso con la vida, lo tomé como algo que tenía que ocurrir, que iba a ocurrir y que estaba ocurriendo; porque perder un miembro también es tabú.
¿Tuvo miedo?
Sí tuve miedo, pero no de morirme. Sino de que la infección creciera y fuera un proceso largo y doloroso, de eso sí. Pero bueno, aún para morirse hay que tener paciencia.
Tocamos madera, pero si ese hubiera sido el final, ¿Qué le faltaba hacer?
Lo único que me preocupaba era que iba a pasar con mis libros y todo este chunchero. Todo lo que tengo tiene un valor para mí y me daba terror que la gente no lo entendiera y se me fuera todo a la basura.
En una entrevista hace poco prometió escribir de sus amigos, ¿le gustaría que alguien en particular escriba sobre usted?
Es que es como un octaedro, como un poliedro, como un caleidoscopio, mucha gente me vería de diferente manera. Pero si alguien podría escribir sería José Ricardo Chaves.
¿Por qué él?
Él me conoce bastante.
Y si lo hiciera, ¿Qué debería decir ese texto sobre usted?
Que soy el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde: el bueno, el malo, el complejo, el apasionado, el frío. Estar en una cama de hospital tanto tiempo me sirvió para darme cuenta de que había muchos yo.