miércoles, 7 de octubre de 2009

El tren

Ya había salido el sol. En ese mes no había brillado tanto, ella supo que esa era la señal. Arregló su cama y su cabello, abrió ese compartimiento del clóset que nunca abre y ahí estaba, larguísimo pero ya no tan blanco. Lo puso sobre su cama.

Salió de su cuarto y abrió la puerta del otro. Ahí estaba, como ella lo esperaba desde que despertó esa mañana. Estaba segura que esa era su última mañana. Se acercó y pasó su mano en la frente, le dijo algo al oído y la respiración del moribundo se desaceleró, sonrió.

Comenzó a prepararse. Primero maquillaje y peinado, no quería ensuciar el vestido. Labial rojo, colorete y moño, moño porque escondía las canas. Lista se puso el vestido que fue de su madre y tomó las flores del florero entre sus manos. Se miró en el espejo, estaba tranquila.

De nuevo entró al otro cuarto y lo vió, era cuestión de minutos. Caminó con su vestido no hacia al altar y se detuvo frente a él. Su último respiro fue de alivio, su última sonrisa fue de contento.

Salió de la habitación, se quitó el vestido y el maquillaje, se dejó el moño. Empezó sus tareas habituales, cuando la casa estuviera lista se ocuparía del entierro de su padre. Ahora está tranquila, papá no tenía de que preocuparse, el tren no la había dejado y era una mujer completa.

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