lunes, 19 de abril de 2010

Bedtime story

Había una vez en el reino cuadrado donde nadie se ponía de acuerdo una reina fea fea fea y mala mala mala. Su nombre era Laura y nunca se veía en el espejito, más bien pasaba sus días hablando con padrecitos, los padrecitos que hicieron aquel reino un reino cuadrado. El que se atreviera a dar vueltas o a caminar curvo en aquel reino era castigado por un poderoso dedo acusador, ¿guillotina? ¡ojalá!

La reina fea fea fea y mala mala mala tenía un poder poderosísimo: ella decidía a quién debía amar cada habitante de aquel reino. La verdad era que aquel poder no tenía mucha ciencia, mientras una princesa no amara a otra, o un duque no amara a un príncipe todo era permitido, ¡oh que tierra tan bendecida!

Cada oveja con su pareja decía la reina, y en este reino las negras no tienen derechos. Claro, existían ovejas valientes que se negaban a obedecer. ¡Oh que padrecitos tan astutos! Convencían a las demás de que esas, las negras, las de colores, estaban mal.

¡Oh que reino aquel lleno de ovejas, príncipes con princesas y duques con duquesas! Solo eso veía la reina, nunca se veía en el espejito.

Quizás cambie, quizás recapacite, quizás lo haga cuando el príncipe, su hijo, le diga: ¡mami mami, quiero ser princesa!

domingo, 11 de abril de 2010

Buenas noches amore

Hoy no tenía pensado escribir, mañana madrugo, hoy es domingo y son casi las 11.

Eso sí, lo tenía planeado; volver a escribir sobre usted claro. Pero buscaba y rebuscaba las palabras correctas, me carcomía la mente armando las frases perfectas, repasaba uno a uno los momentos para disponerme a recopilar, es como buscar el regalo ideal, ¡ah que tortura eso del idealismo!

Pero, ¿sabe qué?

No necesito ninguna de esas mierditas, porque usted y yo no necesitamos mierditas.

Yo lo amo, amo lo que usted hace con usted y lo que hace conmigo, amo lo que usted era antes de conocerme y amo lo que yo soy ahora, amo saber lo que usted siente y amo lo que siento.

Amo lo que escribo, porque no lo busco ni lo repienso, no lo repaso y lo repaso de nuevo, no lo idealizo ni lo perfecciono, ¡ah que delicia eso de dejarse ir!

Podría escribir toda mi vida así, de usted.

jueves, 1 de abril de 2010

A mi edad

-Alguien me felicitó por mi cumpleaños y dijo: “en usted están las promesas”-

A los 21 todavía estoy esperando mi barba, a mi edad tengo bigote de Cantinflas.

A los 21 aún no le he encontrado el gustico a la forma de mis manos y mis pies. A mi edad eso es bueno, las pequeñas inseguridades te amarran el ego a la tierra.

A los 21 espero más de la gente. A mi edad eso no es ser exigente ni pretencioso, es saber lo que se quiere: que Christina Aguilera no cante canciones gagosas ni spearescas cuando puede hacer lo que hacía Aretha, o que los hombres dejen de creer que Coelho, Dan Brown y la última tendencia en bíceps son lo único que necesitan para ser irresistibles, por ejemplo.

A los 21 llega la independencia. A mi edad yo todavía dependo de mami, no me importa si está mal o bien, yo necesito que me conozca, que me comprenda, que me ame todos los días, ella que yo la entienda, que yo le explique, que yo la ame todos los días. Eso estamos haciendo.

A los 21 el futuro se ve brillante. A mi edad me brilla el pasado, estoy orgulloso de lo que he hecho, de lo que he ocultado, de los bailes que he bailao’ y de los agujeros que tengo en el cuerpo.

A los 21 la gente viaja, lee y escribe. A mi edad estoy aprendiendo a hacer las tres cosas.

A los 21 la racionalidad ya debe ser cualidad dominante. A mi edad todavía la esperanza no se deja subyugar por ella; por eso tengo 14 meses escribiendo en este blog, por eso Laura Chinchilla a mi me puede besar los huevos, por eso le tomo la mano a mi novio en el bus y por eso yo me voy a casar en Costa Rica.

A los 21 todos son clichés. A mi me gusta creerme promesa.